Una vez tres toros hicieron un pacto de amigos y juraron no
romperlo, pasara lo que pasara.
El pacto consistía en repartirse, por partes iguales, un
pastizal que habían descubierto en los alrededores del bosque, de tal manera
que todos pudieran pasear y pastar a su antojo y ninguno invadiera la parte de
terreno que les correspondía a los otros dos.
Todo iba muy bien hasta que un día un león hambriento
descubrió el pastizal con los tres gordos y cebados animales.
La boca se le hizo agua de sólo verlos y se propuso darse
tres suculentos banquetes. El problema era que nada podría hacer mientras los
toros, que eran animales fuertes y poderosos, se mantuvieron unidos. De modo que ideó un astuto plan para
enemistarlos entre sí.
Adoptando un aire hipócrita y zalamero, atrajo la atención
de cada uno de ellos por separado y lo convenció de que los otros dos se habían
aliado para quitarle su parte del terreno y apoderarse de sus pastos antes de
que llegara el invierno.
Los toros ingenuamente le creyeron y se llenaron de
desconfianza y recelo entre sí, hasta el punto de no moverse cada uno de su
pastizal por temor a que los otros dos se lo quitaran.
En cuanto los vio separados, el león los atacó uno por uno y
se dio los tres suculentos banquetes con que había soñado.
“La discordia que divide a los amigos es la mejor arma para
los enemigos”
Esopo
No hay comentarios:
Publicar un comentario