Un hombre que nació en Yen vivió
desde niño en Chu. En su ancianidad decidió volver a su tierra natal y
emprendió el viaje en compañía de unos amigos. Después de muchos días de
caminar llegaron a una ciudad y los amigos le dijeron:
—Estamos en Yen.
El hombre se estremeció de
alegría. Pasaron por una ermita y le señalaron:
—Este es el altar de tu pueblo.
El fervor religioso invadió al
hombre y expresó algunas reverencias. Luego le indicaron una casa a lo lejos
diciéndole:
—Allá vivieron tus antepasados.
Sus ojos derramaron lágrimas. Por
último, lo llevaron a donde estaba un muro en ruinas y le plantearon:
—En este lugar yacen los restos
de tus ancestros.
El hombre no pudo contenerse y
lloró amargamente. Sus amigos soltaron estruendosas carcajadas y le explicaron:
—Te hemos jugado una broma, aún
no hemos llegado a Yen. Apenas estamos en Chin.
Cuando el hombre llegó a Yen
visitó el altar de su pueblo, la casa y la tumba de sus antepasados, pero sus
emociones ya no lo conmovieron como cuando estuvo en Chin.
Desconocido
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